miércoles, 14 de octubre de 2009

Los determinantes de la salud

Cuando Lalonde, un economista ministro de Sanidad de Canadá, en 1974 se propuso analizar cuáles eran realmente los factores que afectaban a la salud de los canadienses para poder actuar contra ellos, terminó llegando a una conclusión sorprendente.

Determinó que los factores que afectaban a la salud de la población eran cuatro:
· Sistema de Salud: calidad, cobertura, gratuidad...
· Estilos de vida: alimentación, sedentarismo, consumo de drogas, tipo de empleo...
· Medio Ambiente: contaminación del entorno con bacterias, sustancias tóxicas, ruido...
· Biología humana: genética y envejecimiento.


Pero en sus estudios no solo detectó los factores que afectaban a la salud sino que también fue capaz de cuantificar el efecto que constituían cada uno de ellos para, en teoría, poder destinar los recursos necesarios de forma proporcional. Desgraciadamente por aquel entonces fue imposible llevar a cabo su intención y lo sigue siendo a día de hoy.

El Modelo Lalonde (que poco ha cambiado en la actualidad) representa cuánto afectan cada uno de los factores determinantes de la salud y los recursos reales que el ministerio de sanidad destina a cada uno de ellos:
· Sistema de Salud: afectan a la salud en un 11% y se destina en ellos un 90% de los recursos económicos.
· Estilos de vida: afectan a la salud en un 43% y se destina en ellos un 2% de los recursos económicos.
· Medio Ambiente: afectan a la salud en un 19% y se destina en ellos un 2% de los recursos económicos.
· Biología humana: afectan a la salud en un 27% y se destina en ellos un 6% de los recursos económicos.


Como podemos observar, el daño causado por los malos hábitos de vida que llevamos la sociedad conllevan un elevado coste económico por parte del sistema, que limita enormemente el porcentaje de recursos a destinar en controlar el resto de factores. Un sinsentido absoluto.

Por ello, la población deberíamos ser conscientes de que en un gran porcentaje nuestra salud está en nuestras propias manos, deberíamos cambiar las prioridades e implicarnos en potenciar aquellos que ayudan a prevenir la enfermedad y no solo exigir calidad en aquellos que la curan una vez que ya ha aparecido.

Solo así los políticos apostarían por una distribución económica más justa.